sábado, 7 de junio de 2008
sábado, 31 de mayo de 2008
CESAR GAVIRIA TRUJILLO
- Cesitar, ahí tienes el viceministerio de desarrollo, pa que te desarrollés y de paso desarrollés a los subdesarrollados...
Pero en Bogotá le dieron remordimientos de los años perdidos en la Universidad de los Andes como economista y en vez de desarrollar el país se puso a contar plata entre 1980 y 1981.
No le pasó nada durante la presidencia de Belisario Betancurt Cuartas que era del Partido Conservador, pero cuando el presidente Virgilio Barco Vargas supo que Gaviria era hijo de un pobre hacendado de una pequeña hacienda cafetera en Risaralda, lo nombró Ministro de Hacienda. De hacendado en la Casa de Nariño, Barco lo metió en el Interior y aburrido sin nada qué hacer en ese caserón lleno de espantos y sin calefacción, se puso a rayonar la Constitución Nacional de 1886 que tanto sudor le había costado al corroncho de Rafael Nuñez.
Virgilio Barco Vargas lo nombró Ministro de Hacienda en 1986, cargo que desempeñó hasta 1987 cuando pasó a la cartera del Interior. Cuando el viejo Barco levaba las velas y se iba a pasiar por el mundo para aprovechar el pase diplomático y que no le tocaba sacar visa en ninguna parte, Gaviria se tomaba la casa de ruana y se las daba de presidente.
- Barco, ahora soy yo el que leva las velas: ¡Me voy con Galán! Ahí le dejo el Interior y se le tiene en cuenta para una próxima oportunidad.
Fue entonces cuando Barco se dio cuenta cómo eran los pereiranos, pero ya todo estaba perdido. Después de la muerte de Galán en 1989, Gaviria fue el único que quedó para presidente y apenas mandó a desalojar a Barco y a su mujer de Palacio mandó programar una Asamblea Prostituyente, quitó el cuadro de Nuñez y propuso que se hicieran cambios substanciales a la Constitución: cambiar el escudo de Chibchombia por dos granos de café y una mata de maíz, musicalizar el himno nacional con una ranchera de Darío Gómez, cambiar los colores de la bandera nacional por uno con listones y 52 estrellitas, pasar el Palacio Presidencial para Dosquebradas, potenciar la Ley Emiliani y otras cositas.
Además tomó una medida drástica contra un pueblito muy pacífico llamado La Uribe (Meta), porque el nombre le sonaba mal. En 1991 se proclamó la nueva constitución de Chibchombia, con 13 mil artículos y 26 mil excepciones.
VIRGILIO BARCO
A lo largo de su vida y de su trayectoria pública fue un hombre indefectiblemente afecto, intelectual y sentimentalmente, a su partido, el PARTIDO LIBERAL COLOMBIANO. Lo cual significaba, de por sí, que jamás fue un hombre dogmático ni tampoco abrazado a una ideología hermética, cerrada e intolerante. Barco, más allá de un simple partidario, fue un militante activo de un partido político que, con sus virtudes y sus desvíos, con sus aciertos y con sus posibles extravíos, había estado presente en todas las vicisitudes del democrático y a veces laberíntico proceso de conformación y construcción de la historia republicana de Colombia; y cuyo quehacer y el de sus dirigentes se entrelazaba con los caminos, logros y padecimientos de la Nación. Barco, para decirlo de otra manera, estuvo siempre vinculado a su partido con un entrañable amor de patria.
Barco, remontaba la identidad con su partido a los albores de la nacionalidad y a la génesis de la existencia de sus partidos históricos. Aquí nos encontramos en un santuario de la historia de Colombia en donde se rinde homenaje a la memoria del General Francisco de Paula Santander. Y por acá debe estar bien alineada la invaluable colección, compuesta por más de sesenta tomos, sobre la vida y la obra del General Santander. Barco consideraba que si el prócer Antonio Nariño era considerado como el precursor de los derechos del hombre, como base y fundamento de dignidad del individuo, Santander, el "Hombre de las Leyes", debía ser considerado como el primero y más egregio vocero de lo que denominados en la terminología política contemporánea como el ESTADO DE DERECHO, base esencial del rechazo a toda forma de absolutismo y postulado esencial de cualquiera forma de organización democrática del Estado.
"Si las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad".
Esta lapidaria frase, como así aparece gravada en nuestro capitolio republicano, templo insustituible en donde se forjan las leyes que estructuran y rigen el funcionamiento del Estado y que establecen los necesario límites a la libertad en el comportamiento de los individuos, es un enunciado básico o un postulado fundador en nuestra historia republicana.
Quizás este enunciado fundamental, pronunciado en el tiempo de los orígenes de nuestra República, haya contribuido a que a lo largo de nuestro discurrir histórico, éste haya estado ensombrecido, por muy breves períodos y en raras coyunturas, por las oscuras sombras del absolutismo, a diferencia de lo que ha acontecido con dolorosa frecuencia en casi todos los demás países de la América hispano-portuguesa.
Pero la devoción liberal de Barco hacia Santander, como el "hombre de las leyes", también obedecía a que identificó en él al impulsor, hasta donde las circunstancias de la época lo permitían, del ESTADO LAICO, con una respetuosa distancia y separación del absorvente poder eclesiástico.
Santander, para el sentimiento de Barco, fue también un promotor de la enseñanza pública.
Nos hemos detenido en el arraigo de las convicciones liberales de Barco en la obra y la personalidad del General Francisco de Paula Santander, por cuanto en él identificó, como lo hacen no pocos historiadores, la primera personalidad de un político y de un gobernante, que dio vida e inspiración a lo que había de ser el Partido Liberal Colombiano que estaría en las mentes y en el corazón de muchos colombianos, especialmente entre sus capas más desposeídas o menos privilegiadas, en toda la travesía histórica, hoy lamentablemente desfalleciente, del Partido.
Barco profesó especial admiración por muchas de aquellas personalidades que, desde el gobierno o desde la dura oposición, fueron configurando la no siempre rectilínea trayectoria histórica del Partido Liberal. José Hilario López, con su legislación poniendo fin en Colombia a la esclavitud. Los convencionistas que promulgaron una constitución, quizás un tanto utópica o prematura, en 1.863. Don Ezequiel Rojas, visionario de las posibilidades de incrementar, mediante una prudente desregulación, el libre intercambio comercial. Manuel Murillo Toro, emprendedor de tareas integracionistas de la Nación. Don Aquileo Parra, con su sabiduría y su discreción provincianas. Y más tarde Benjamín Herrera y Rafael Uribe Uribe, no obstante las actitudes un tanto caudillescas, las infortunadas incursiones de Uribe Uribe en la economía privada y sus veleidades doctrinarias que le aportaron prematura confusión al pensamiento liberal.
Ya en los tiempos modernos, supo comprender el ímpetu transformador de Alfonso López Pumarejo y Darío Echandia, que supieron restablecer y profundizar los vínculos afectivos de las grandes masas populares con el Partido Liberal Colombiano, gracias a las inaplazables reformas políticas, sociales y económicas, oportunas y adecuadas en su momento histórico, que lograron un comienzo de desprendimiento de la sociedad colombiana de sus anquilosadas estructuras de cuño feudal y abrir horizontes hacía las posibilidades del advenimiento de una sociedad en trance de modernización.
Barco, en sus primeras batallas como actor protagónico y dirigente regional de Partido, en su natal ámbito localista del Norte de Santander, se unió a la vertiente liberal que lideró Jorge Eliécer Gaitán, por considerarla la más cercana y la que mejor interpretaba, en su momento, los sentimientos y los anhelos de las capas con menores privilegios de la sociedad colombiana. Sin embargo, en ningún momento, planteó la posibilidad de una disidencia escicionista y mucho menos personalista dentro del conglomerado de su partido. Siempre creyó útil, a través de su larga correría política y en determinadas circunstancias, alguna confrontación interna que mantuviera y afianzará la proclividad liberal hacia las canteras populares y que evitara el surgimiento de personalidades de tipo caudillista y de conductas excluyentes.
Barco participó en las trincheras de primera línea en la batalla para separar del poder al General Gustavo Rojas Pinilla, gobernante de facto que ejercía una forma bastante peculiar de dictadura, que pugnaba, obviamente, con las doctrinas y el pensamiento del Partido Liberal Colombiano.
Como miembro activo, a nombre del Partido Liberal, hizo parte del movimiento denominado el Frente Nacional, movimiento que luego después de haber promovido y participado en la caída del gobierno de facto de Rojas Pinilla, asumiría la responsabilidad de reconstruir y consolidar las instituciones y las formalidades propias de la democracia, en el conjunto del Estado Colombiano.
Participó como Ministro de Obras Públicas en el primer gobierno del Frente Nacional presidido por Alberto Lleras Camargo. Asimismo, en el gabinete original del segundo gobierno del Frente nacional, presidido éste por Guillermo León Valencia, ocupó la cartera de Agricultura.
Desde el Ministerio de Obras Públicas, a más de haber impulsado proyectos vitales para el desarrollo del país como el ferrocarril del Magdalena y la carretera Panamericana; de haber concebido y realizado en la Plaza Mayor de Bogotá, el más amplio espacio cívico, apto para congregar en él grandes masas para que en forma multitudinaria expresaran allí sus reivindicaciones, sus inquietudes cívicas y sus adhesiones y afectos políticos, proyectó y realizó un plan vial de carreteras marginales que penetraban en el corazón de las llamadas "Republicas Independientes", dominadas hasta entonces por grupos de ideologías y prácticas totalitarias, abriendo así, con la presencia del Estado, un amplio espacio al campesinado pobre, minifundista.
En el Ministerio de Agricultura, entre otras estrategias de favorecimiento al trabajo de las sufridas masas campesinas, puso en marcha la llamada "operación maíz", la cual incremento enormemente el área cultivada, creo empleo rural y contribuyó a la seguridad alimentaría de las capas pobres del país.
Del Ministerio de Agricultura le correspondió retirarse prontamente en razón de que sus convicciones liberales lo llevaron a oponerse a ciertas prácticas de corrupción administrativa que aparecían en alguna entidad adscrita a su Ministerio y cuyos gestores estaban protegidos por el gobernante de turno.
En el gobierno presidido por el doctor Carlos Lleras Restrepo fue llamado a desempeñar el cargo de Alcalde Mayor de la ciudad de Bogotá. Su gestión como Alcalde es harto memorable puesto que durante su mandato se produjeron profundas transformaciones en la vida y en la estructura de la ciudad y se sentaron las bases y los antecedentes para la realización de una ciudad moderna, como lo es hoy en muchos aspectos de la ciudad de Bogotá.
Pero limitémonos a enunciar algunas obras y tareas que reflejan con gran claridad su espíritu y sus convicciones liberales, en el ejercicio de su gobierno en la capital de la República.
Pueden destacarse, entre múltiples tareas con el sello liberal y popular, la legalización de inmuebles en barrios de invasión o de construcción espontánea, en los cuales organizó la titularización de los predios, se adecuaron sus vías de acceso y las de tránsito interno, algunas de ellas simplemente peatonales por la morfología de los terrenos, se extendió hasta ellos las redes de electricidad y el alumbrado público, se instalaron, en sitios de fácil acceso, teléfonos de moneda. Se proyectó y se realizó el plan maestro de alcantarillado en su primera etapa, plan que cambió, en lo esencial, la calidad de vida de barrios de bajos estratos en el sur de la ciudad. Se realizó, igualmente, un gran plan para crear zonas verdes y espacios públicos para cultura y recreación, dentro de los cuales vale la pena recordar, por su magnitud y por su importancia en el desarrollo de la zona en que está ubicado, el hoy bien conocido parque "El Tunal".
La educación pública, especialmente el acceso a la educación básica de los hijos de familias de bajos ingresos, fue objeto de una preocupación constante, de un gran esfuerzo y memorables logros, como tarea inspirada en los sentimientos y las preocupaciones de la personalidad liberal de Barco.
El sentido y el objeto del trazado de la malla vial de Bogotá fueron en parte determinados por la necesidad de comunicar los barrios de estratos medio e inferiores del sur de la ciudad con los ubicados en la parte norte. Para tal efecto se proyectó y construyó la avenida 68 y se hizo el diseño de la avenida Boyacá. Antes de la construcción de la avenida 68 para trasladarse de un barrio del suroccidente de la ciudad como el barrio Kennedy o Timiza a un barrio del noroccidente como Quirigua o el Minuto de Dios, era necesario desplazarse en un largo recorrido en forma de trapecio que consistía en llegar al centro de la ciudad y después transitar por barrios como Santafé, Teusaquillo, Chapinero, y tomar en la calle 63 o la 80 el rumbo hacía el occidente.
Nos haríamos interminables reseñando la asombrosa tarea realizada y proyectada por Barco en los tres años que duró su administración. Pero todo ello transcurrió en un contexto político que hoy es oportuno y útil destacar. Todo ese conjunto de obras y tareas, con clara orientación liberal por su preocupación permanente de favorecer, principalmente, los estratos de la urbe menos privilegiados y con mayores carencias, se realizó sin el menor asomó de demagogia. La convocatoria a la ciudadanía para aceptar y participar en las obras y tareas, se hizo siempre tratando de estimular sus sentimientos y actividades inspiradas en un espíritu cívico que se logró inculcar y activar entre las más variadas capas de la población de la capital.
Otra caracterización política de esta obra de Barco, la cual puede ser observada también en su desempeño en las carteras ministeriales en las cuales prestó su servicio al país, fue la ausencia de cualquier usufructo de los resultados de su gestión con fines de proselitismo político personalista, ni como preparativo, antesala o peldaño para escalar nuevas posiciones en el Estado o en la organización partidaria.
Nunca Barco intentó formar o constituir un grupo político en torno a su persona. Por eso es posible afirmar categóricamente que nunca dentro del Partido Liberal Colombiano existió una corriente, un nicho, o una forma de aglutinación cualquiera que hubiera podido, con propiedad, denominarse como "Barquismo". Es esta una razón histórica que explica el porqué Barco llegó a la Dirección de su partido y a la Presidencia de la República con el único rótulo del Partido Liberal Colombiano, sin apelaciones aditivas a organizaciones partidistas extrañas o extranjeras, y pudo aglutinar en torno a su candidatura liberal a todas las vertientes de su partido – con excepción del en ese entonces apodado "galanismo" – vertientes muchas de estas distinguidas con el enunciativo de particulares apellidos.
La campaña presidencial de Barco se hizo con un solo rótulo y bajo una sola bandera: PARTIDO LIBERAL COLOMBIANO. Y ejerció su mandato presidencial, en interés de todos los colombianos, pero a nombre y con las doctrinas del PARTIDO LIBERAL. Prueba de ello, si fuese necesaria alguna, fue la formulación de su esquema GOBIERNO-OPOSICION. En su gabinete de gobierno durante los cuatro años, y después de haber cumplido formalmente alguna exigencia de la Constitución Política del momento, sólo se nombraron ministros de reconocida afiliación al Partido Liberal.
A la administración Barco le correspondió afrontar, en forma trágica y dramática, la arremetida terrorista, atroz y permanente, de la delincuencia organizada que buscaba por todos los medios asegurar su impunidad, desestabilizando la organización y el funcionamiento de las instituciones del Estado.
La administración Barco, contando con precarios recursos materiales, pero apoyándose en su convicción y su responsabilidad de defender la vigencia de las instituciones democráticas, hecho mano de todos los instrumentos legales a su alcance, jueces especiales y ocultos, testigos sin rostro, extradición por vía administrativa, pero procurando en todo momento que no se incurriese en ningún quebrantamiento del Estado de Derecho.
Pero mientras libraba esta ardua y difícil batalla contra la delincuencia poderosamente organizada, sin apartarse del rigor liberal del respeto a los derechos humanos, puso en marcha una de las acciones más amplias y de más eficacia para cumplir con sus compromisos de campaña y con sus convicciones de gobernante liberal. "EL PLAN NACIONAL DE REHABILITACION – PNR", el cual se había institucionalizado ya en la administración Betancur, y que se constituyó en la administración Barco en el gran instrumento dinamizador de la lucha contra la pobreza absoluta y como gran estimulante de la convivencia y la pacificación del país.
El PNR, con su peculiar metodología, llegó con su actividad y su organización funcional, sin aparato burocrático, a los villorrios más pobres, a las aldeas más necesitadas, a las áreas más conflictivas, a los rincones más desvalidos y olvidados. Con presupuesto modesto puso en marcha la realización de pequeñas e indispensables obras como caminos y puentes veredales, pequeños acueductos y sistemas sanitarios, escuelas primarias, puestos rurales o semiurbanos de salud, modestos locales comunitarios y de actividad cultural. Y todas estas tareas se contrataban con pequeños grupos locales que se organizaban para la realización de trabajo asociado, forma de contratación que se autorizó mediante legislación expresa, la cual aún permanece vigente, con la cual se obviaba el tener que recurrir a la voracidad, a los formalismos y las indelicadezas que han sido, infortunadamente, la característica de los contratistas profesionales vinculados a las telarañas políticas locales, y en cuyos marcos y procedimientos desaparecía, y desaparece, una buena porción del presupuesto asignado a cada determinado proyecto, si es que éste se realizaba, así fuera parcialmente.
Con la acción desplegada por el gobierno, con su clara inspiración de gobierno liberal, se remedió en un puntaje significativo el crónico desempleo de la periferia aldeana o rural; se redujeron impresionantemente los índices de población situada en el nivel de la pobreza absoluta, y se hizo presencia y se le dió respetabilidad al Estado, en muchos lugares y en capas de la población para quienes la noción de su existencia era prácticamente desconocida.
En las barriadas urbanas, durante la administración Barco, se dio un especial impulso, y se creo una famosa y fructífera actividad, un programa social cuyas raíces venían desde la administración liberal de Carlos LLeras Restrepo: el proyecto de Madres Comunitarias, incrustado en las entrañas de las necesidades de la población más desprotegida, dentro de la estructura gubernamental del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. La amplia cobertura de este proyecto tuvo dos efectos bien importantes para la población de menos recursos: permitió la escolarización temprana de hijos de madres trabajadoras y mejoró el balance nutricional de los niños protegidos por el programa.
En materia educativa se trató de regularizar la situación de los maestros, agrupados en el sindicato beligerante e intransigente que el país conoce, creando un gran fondo que garantizara el pago oportuno de las prestaciones de los docentes. En esta forma se trató de estabilizar y, por consiguiente, mejorar la educación pública básica.
En fin, no nos detendremos más en los proyectos, programas y realizaciones, en el campo de lo social, que se patrocinaron y se realizaron en la administración liberal del Presidente Barco. Pero es necesario señalar, como clarificación histórica, que toda la política social del Presidente Barco fue el fruto de sus profundas convicciones de liberal colombiano, e inspiradas en las mejores tradiciones del Partido Liberal Colombiano y en el arraigo que esas tradiciones tenían en las grandes masas populares, en las cuales predominaba la vivencia de un partido que siempre había participado en las contiendas sociales y políticas en defensa de las reivindicaciones populares.
Barco nunca invocó, ni jamás hizo mención de doctrinas extranjeras ni de ideologías internacionales, ni mucho menos buscó fundamentar en ellas su política social y las decisiones económicas de su gobierno. Solamente utilizó la densa documentación de la ONU para ayudar a esclarecer temas como el de la lucha contra la pobreza absoluta y problemas de educación, salud, sanidad y vivienda.
De allí que para las grandes masas del Partido Liberal haya resultado algo extraño, sin explicación histórica y doctrinaria, el que su partido, con una tradición de luchas populares antigua y auténtica en un país en desarrollo, haya buscado acogerse al amparo de una cofradía de partidos cuyo origen proviene de países desarrollados. Es muy probable que la alardeada afiliación del Partido Liberal Colombiano a la brumosa Internacional Socialista, en lugar de estrechar los lazos y la adhesión de las gentes populares a su tradicional organización partidista, les haya creado un cierto grado de confusión y desasosiego.
Es posible, también, que haya suscitado en la militancia liberal algunos interrogantes sobre la perdida de vigencia y actualidad de los postulados y de las tendencias y orientaciones doctrinarias de su partido, que lo llevasen a comparecer con rótulos y formulaciones que le eran extrañas.
Las grandes mayorías liberales nunca fueron socialistas: Los partidos socialistas en Colombia fueron la creación, sin trascendencia electoral, de meritorios intelectuales y académicos como Guillermo Hernández Rodríguez, Gerardo Molina, Antonio García, para citar algunos nombres de destacadas personalidades. Algunos, entre ellos, libraron valerosas batallas en defensa de las reivindicaciones populares, pero nunca alcanzaron a tener capacidad de convocatoria popular, de alguna significación o trascendencia.
Por lo demás, existe un antagonismo doctrinario entre los principios y las convicciones que constituyen la esencia de un partido abierto y sensibilizado a toda la dinámica y los impulsos populares, y un partido basado en la ideología hermética y totalizante que caracteriza e identifica el socialismo.
Pero sigamos adelante en este esfuerzo de escrutinio del pensamiento liberal y su conducta de gobernante, inspirada siempre en los sentimientos y arraigos de su partido. Cuál fue la razón doctrinaria para que Barco, en los finales de su período presidencial, planteara la necesidad de buscar un giro o una evolución hacia una apertura, gradual y prudente, de la economía colombiana, que permitiese, sin detrimento de los intereses populares, ir levantando los cerrojos ya herrumbrosos colocados en acatamiento a las viejas teorías "cepalistas" del crecimiento "hacía dentro"?.
Podemos asegurar que en la biblioteca de Barco, bien surtida por cierto de pensamiento económico y social, no sobresalían las obras del austriaco Von Mises, ni las del inglés Popper, ni las del norteamericano, Premio Nóbel de economía, Hayek, ni las del francés Revel, para citar algunos de los más eminentes expositores de las doctrinas, no siempre homogéneas ni enteramente concordantes, de la corriente del pensamiento social que se ha agrupado o catalogado como "neoliberalismo".
El planteamiento hacia una necesaria modalidad de apertura económica de la estructura productiva y comercial de Colombia no tuvo ninguna fuente de inspiración en las corrientes de pensamiento denominadas "neoliberales". Era una ineludible reacción frente a un hecho del devenir histórico del marco universal dentro del cual estaba incrustada la nación colombiana. Se trataba del predominio rotundo de la democracia de estirpe capitalista y empresarial en el mundo y en la civilización occidental. La democracia capitalista tiene como uno, entre otros, de sus cimientos, el MERCADO. Y las necesidades del "mercado" conducían y conducen hacia el tan denostado fenómeno de la globalización.
Mantener cerrada y aislada del mundo la economía colombiana nos habría convertido en una especie de asteroide, sin centro de gravitación, extraviado en alguna oscura curvatura del cosmos.
La necesidad de la apertura económica no significaba que ella pudiese realizarse siguiendo manuales o cartillas de dudoso origen, producto, a veces, de burdas traducciones o interpretaciones. Tampoco podía ser conducida por operadores inexpertos, inhábiles y mucho menos inescrupulosos.
Fue un poco este fenómeno el que se presentó en la fase inicial del proceso de apertura económica y el que causó algunos efectos bastante negativos y aún catastróficos en nuestra economía y en la estructura integral de nuestra sociedad.
Metafóricamente, el proceso de la apertura económica puede compararse a la de la apertura, en una voluminosa represa, de su compuerta maestra. Sí se hace con la suficiente pericia y con la necesaria prudencia, el agua controlada en la liberación de la represa debe producir efectos positivos y enriquecedores como la generación de energía, la alimentación de acueductos y el funcionamiento de distritos de riego. Pero si la apertura de la compuerta se hace sin técnica y sin conocimiento claro de sus consecuencias, puede producir inundaciones catastróficas, daños y destrucción.
Es necesario, además, en el caso de la apertura económica de un país, que quienes la diseñan y la operan posean, no sólo un suficiente conocimiento de la realidad del país, sino, igualmente, que estén compenetrados de una profunda inspiración patriótica y tengan capacidad de evaluar sus consecuencias, especialmente de carácter social, a partir de criterios y de una sensibilidad profundamente liberales. Ello significa que en las decisiones para llevar adelante los procesos de apertura económica, es necesario precaver los efectos negativos que tales procesos pueden acarrear para las grandes masas, y para las capas de población más desvalidas, como es el caso, en Colombia, de gran parte de la población campesina.
Ese espíritu liberal debe llevar a la búsqueda y aplicación de fórmulas, programas y proyectos que no solamente contrarresten las consecuencias adversas de un proceso de apertura económica, sino que también abran nuevos horizontes de progreso y de bienestar a las comunidades más desvalidas.
El Partido Liberal Colombiano, en aquella etapa del proceso, al parecer no entendió la responsabilidad que le correspondía asumir, ni la oportunidad de hacerlo, ni cual era una postura liberal conveniente y no confrontante frente al tema.
Lo que ha quedado de aquella importante coyuntura de la vida nacional fue la de crear otro motivo de antagonismo y confusión en las filas del Partido. Quienes detentaban, precisamente, los puestos de comando del partido, se amparaban en las banderas de la Social-Democracia y en los dogmas de la Internacional-Socialista para oponerse a toda forma de apertura económica como contraria, en forma general y sin precisión alguna, a la soberanía nacional y a los intereses populares. Y lo más grave, a estigmatizar a quienes propendían por la realización de la necesaria apertura económica, así su realización se adelantase precaviendo, en lo posible, los intereses de las capas populares y en especial, del campesinado pobre. Esta estigmatización llevó a una de las simplificaciones más dañinas en la vida del Partido Liberal: la de denominar, peyorativamente, como "neoliberales" a quienes no se identificaban con la dogmática social-demócrata.
Para mayor infortunio del Partido, un gobierno liberal, por incompetencia en el manejo de los instrumentos y por una injustificada precipitud, abrió las compuertas de la economía, sin una suficiente preocupación por la salvaguardia de los intereses populares. Y así se justificó la contienda que tenía sentido ventilarla, como tantos otros temas de carácter económico, en el interior del Partido. Pero ello, infortunadamente, no ocurrió así. Las distintas vertientes del Partido, que deben existir en un conglomerado abierto y sin dogmatismos ideológicos, se convirtieron, como ya era una tendencia un tanto inveterada, en pequeños feudos personalistas, una vez más identificados por ismos no de doctrinas o principios, pero si de apellidos.
La historia reciente del partido, especialmente en la etapa posterior a la administración liberal del Presidente Barco, parece enseñarnos que su reconstrucción no puede significar la eliminación de las controversias en temas operativos en la aplicación de las esquivas e inciertas fórmulas y procedimientos de carácter económico. Pero esa reconstrucción tampoco puede ser el resultado, ni limitarse a la fusión o integración formal de los pequeños feudos que tienen nombre propio y clientela definida y limitada.
Esa reconstrucción del Partido Liberal Colombiano debe provenir no de acuerdos en los clubes de la capital de dirigentes que lo son más por los titulares de prensa que por su ascendiente y liderazgo frente al pueblo liberal. Debe ser el fruto del reverdecimiento y de la nueva florescencia del Partido en los núcleos populares. Ello significa que la dirección del Partido, para su reconstrucción, debe tener la capacidad para abrir de nuevo en pueblos y ciudades las casas del Partido; para poner en acción, no burocrática sino fervorosa, los desaparecidos directorios barriales, municipales y departamentales; para edificar de nuevo la gran pirámide nacional vivificada y puesta en fructífera actividad política, por la savia, que a través de ella circule desde las amplias bases de la pirámide hasta su cúpula dirigente, del perenne e inagotable espíritu liberal.
Cuando los aspirantes a cualquier clase de representación popular, sólo para lograr algún ahorro electoral solicitan el aval del Partido pero luego ocultan su identificación y no agitan ni enarbolan los principios, programas y distintivos del Partido, y en adelante lo hagan de nuevo; cuando en las sedes, que deben ser los templos del Partido, y en las esquinas y plazas donde se encuentre su refrescada militancia vuelva a escucharse a pulmón abierto, con fe, con alegría y con convicción los tres gritos de combate del Partido, los tres vivas al Partido Liberal, entonces podremos decir que el Partido Liberal Colombiano ha recuperado, resurgiendo de lo más profundo de las entrañas de la Nación, su infatigable e interminable marcha, abriendo caminos de esperanza, en el horizonte de nuestra historia, a las grandes masas que un día depositaron su fe y su confianza en la construcción de una renovada y pujante sociedad.
Estas reflexiones me aparecen en la imaginación tratando de rememorar el pensamiento y la conducta liberales de Barco quien no fue, ni pretendió que se le reconociera como tal, ni un liberal social.-demócrata ni un liberal "neoliberal". Barco fue, y hasta la hora presente así se le ha reconocido, como el ULTIMO LIBERAL RADICAL, que procuraba siempre el mayor beneficio para el grupo social colocado en los estratos de la sociedad con la peor posición material.
BELISARIO BETANCUR CUARTAS
“... Ni satélites ni dependientes de nadie; tampoco enemigos de nadie...”.
El hombre que se dirige a la tribuna es observado por representantes de todos los países del mundo, desde sus sillas, alineadas en semicírculo. Está en el salón principal de la Organización de las Naciones Unidas, en Nueva York, y ésta es una de sus asambleas generales: la del 5 de octubre de 1983. Mientras avanza hacia el sitio de los oradores, Belisario Betancur da vistazos cinematográficos a su vida: su infancia pobre en Amagá, pueblo minero en el sur de Antioquia; las intenciones de su familia de que fuera cura y sus estudios con ese fin en el Seminario de Yarumal hasta cuando lo expulsó, por sus rebeldías, Miguel Angel Builes; su inicial derechismo fascista; su posterior militancia conservadora-laureanista; el ejercicio periodístico, primero en Medellín y luego en Bogotá en la revista Semana y en el diario El Siglo; allí está como subdirector, el 13 de junio de 1953, cuando el general Gustavo Rojas Pinilla da golpe militar contra el presidente Laureano Gómez, apoyado por el también conservador y ex presidente Mariano Ospina Pérez; el director es Joaquín Estrada Monsalve, quien tercia a favor de Ospina en su apoyo a Rojas; Estrada: “Bueno, mañana sacamos retrato de Ospina a cuatro columnas...”. Betancur: “¿Retrato de Ospina?... ¡Ni a media columna!”. Betancur se va; ingresa a la Asamblea Nacional Constituyente, Anac, y forma el llamado por él “escuadrón suicida” con Luis Ignacio Andrade, Carlos Sardi Garcés, Alfredo Araújo Grau, Guillermo Amaya Ramírez y José Mejía y Mejía: respaldan al depuesto y desterrado Laureano Gómez y se oponen a Rojas Pinilla... A partir de 1958 Belisario Betancur es frentenacionalista y proclama en Medellín la candidatura del liberal Alberto Lleras, quien ha pactado en España con Laureano Gómez la no beligerancia de los partidos... Luego es ministro de Trabajo y candidato presidencial en 1968, en 1978, en 1981; lo eligen en 1982 con tres millones de votos... En su ejercicio de Primer Mandatario de los colombianos, es cuando se dirige en la ONU a los delegados de todos los países:
* * *
“Cuando uno sueña solo, todo se queda en sueño;
cuando se sueña juntos, comienza la realidad”.
Canción brasileña.
“Es pasatiempo fácil armar como un rompecabezas conocido, las últimas transformaciones que derogaron valores tenidos por inmutables, entre ellos el de soberanía con el cual cada nación se aisló en sus insignias como en una concha, al conjuro de compromisos que cambiaron la conducta colectiva.
El conflicto por el poder expresa la condición humana en cada trayecto histórico, aunque comprometa conciencias en aras de ideologismos excluyentes. Comprender sus motivaciones es más fructífero que pretender manejarlo, ahora cuando la diplomacia tradicional es desbordada por cónclaves incompatibles con el deseo de participación y con la prisa establecida por aquel viejo reloj egipcio de sol que advierte: “Es más tarde de lo que suponemos”.
En el vértigo de la segunda guerra y sobre sus restos calcinados, Naciones Unidas se abrió paso en la preservación de esa urgencia constante que es la paz.
Han pasado 38 años y pese a nuestra Carta Constitutiva, el mundo se aleja de aquel ideal: hacer con mente fresca el análisis de sus sinrazones, recuerda que desde entonces han sucedido 150 conflictos bélicos en nombre de las causas más delirantes, siempre en una aparente cuanto absurda polarización.
¡Pero las víctimas han salido de la llanura de los débiles, no de los centros prepotentes; y la sangre ha corrido en remotas comarcas, no en las fortalezas de los reales intereses en conflicto!
¿Puede atribuirse tal paradoja a la desintegración previa a una reagrupación consciente? Digamos que sí, iluminados por la fe en la supervivencia humana, y con el testimonio de un país libre que mira al Caribe y al Pacífico, de esquina entre el istmo centroamericano y Suramérica y en el foco de perturbaciones que comprometen el futuro del mundo.
Alentábamos la ilusión de que con la segunda guerra concluyó el colonialismo (salvo excepciones aberrantes, entre otros casos, Las Malvinas): surgieron naciones que reclamaban el derecho a producir y a llevar al mercado lo que producían. Pero la “guerra fría” las organizó en clientelas que competían de lado y lado por algo inaudito como colocar sus productos a precios justos y recibir tecnología y créditos. Tal competencia, la debilidad de los débiles y su incapacidad para relacionarse mantuvieron bajos el petróleo y los rubros básicos. Con la distensión de los años cincuenta nacieron los primeros bloques de países en desarrollo para trascender el dilema capitalismo-socialismo mediante una vía independiente. Con la dispersión de Occidente el mundo subdesarrollado tomó su ruta; y sobrevino el descubrimiento de la modernización: Japón, Alemania, Corea, China lo atestiguan.
La incomprensión se pagó con creces y sin preaviso: el mundo es más simple de lo que parece, y los precios del petróleo, reparación en el sistema económico mundial, que debió concertarse gradualmente, señalaron un nuevo orden: es lo que nos hemos propuestos los colombianos, al situarnos en posición de equidistancia y convivencia en el Movimiento de los No Alineados, ahora bajo la carismática conducción de Indira Gandhi.
¿Cómo lograr que las dos grandes potencias, cada una núcleo centrípeto de naciones amigas, restablecieran el diálogo, pensaran más en la humanidad que en sus propios y a veces deformados intereses? Tres grandes que dejaron su impronta en este siglo quisieron romper ese círculo vicioso: Nehrú, heredero de la legendaria sabiduría hindú; Nasser, renovador del espíritu islámico; y Tito, arquetipo del nacionalismo pragmático. Su filosofía defensora de la identidad cultural de los pueblos, precisada por Sukarno en Bandung, exalta una progresiva y digna mundialización de la humanidad, frente a la división maniquea y bipolar de los acuerdos de Yalta, y afirma el diálogo, la creación de canales para el desarrollo autónomo de los pueblos y la paz en vez de la guerra entre los poderosos.
Ni satélites ni dependientes de nadie; tampoco enemigos de nadie.
Esta posición de Colombia se enraiza en las líneas de nuestra política exterior desde la fundación de la nacionalidad, cuando el Libertador Bolívar convocaba hacia un “equilibrio del universo”. Pues bien, manteniendo nuestras amistades si están centradas en el respeto, la dignidad, el pluralismo ideológico, el rechazo al colonialismo y la democracia, creemos llegado el momento del nuevo orden cultural mundial proclamado por el visionario africano de la negritud, Leopold Sedar Senghor, aventura espiritual a la que calurosamente invito.
Y ello porque la bipolarización en dos bloques amenazantes y desconfiados que se recelan pone en peligro la paz con la siniestra posibilidad de una destrucción nuclear.
La lucha por el predominio lleva a demencias que quiebran la medida de lo que es o no es racional. El armamentismo es el indicador más patético de la desproporcionalidad: en toda acción puede medirse la relación costo-beneficio entre hacer o no hacer, aumentar o disminuir, controlar o restringir, menos en el armamentismo, el cual lanza a tales desmesuras que en los minutos que utilizaré para pronunciar estas palabras, el mundo habrá gastado 50 millones de dólares para perfeccionar sus técnicas de destrucción.
Uno de los raciocinios más simples por la paz es decir que la guerra no es posible sin armas. Hay quienes piensan, como el Grupo de la Universidad de Harvard, que cuando la humanidad ha perdido su inocencia nuclear, resulta imposible recobrarla; y que el hombre prometeico queda uncido a esas armas como al fuego: jamás podrá deshacerse de su conocimiento. Pero el conflicto no se origina en las armas, ni en el aumento de los arsenales sino en decisiones políticas: la paz no se logra con la sola prescripción del armamentismo, sino que hay que desarmar los espíritus y los brazos. Entre otras cosas, para que no siga confirmándose la teoría de que los modelos para el odio son engendros occidentales que se materializan brutalmente en el sur. Y para no repetir la adolorida reflexión de Nehrú cuando estaba en prisión:
“... El mal triunfaba con frecuencia, pero era peor ver cómo degeneraba y se deformaba lo que había parecido tan justo. ¿Es que la naturaleza humana era tan esencialmente mala que iban a hacer falta ecos de sufrimientos y desdichas antes de que pudiera comportarse razonablemente y elevar al hombre por encima del ser codicioso, violento y engañador que era ahora? Y entre tanto, ¿estaba condenado al fracaso cualquier esfuerzo destinado a cambiarla radicalmente en el presente o en el próximo futuro?...”.
No sucumbiré a la seducción del reino de la utopía. Tampoco me sentiría en paz conmigo mismo, si no clamara por la urgencia de sentirnos en paz los unos con los otros. Nunca tuvo el hombre en sus manos tanta tecnología para su bienestar; pero nunca estuvo tan lejos de aplicarla a él.
Tal avance, de todos como el aire o el agua, brota de conocimientos acumulados de los cuales el ser humano ha sido sujeto activo o pasivo. Por tanto, los frutos de esta maduración deben beneficiar a todos, mientras millones son prisioneros de su ignorancia: los pueblos representados por la mayoría de los que aquí nos congregamos.
La ciencia no debe desviarse hacia el dogma o la exclusión, porque toda teoría científica es biodegradable; y porque hacer de la ciencia un culto y no una cultura es entronizar irracionalismo y oscurantismo.
Por ejemplo, entronizarlos en el espacio, uno de los grandes escenarios para proyectar ese ideal de justicia. La fascinante aventura ultraterrestre ha de concientizarnos de nuestra interdepen-dencia y de la comunidad que debe manejar recursos preciosos para la supervivencia de la especie, a la que pertenecen todas las naciones, al punto de que cuanto más ascendamos a mirar de cerca el rostro de Dios, más equidistantes estamos de cualquier punto de la tierra. No debería ser, pues, permisible que el espacio se cruce por artefactos de guerra, frente al asombro e impotencia de países no afiliados al club de los poderosos por carencias o por inhibiciones filosóficas.
En ese patrimonio común están nuestras cosechas, la minería, nuestras costas, la riqueza marina, nuestros bosques y ríos, es decir la salud, la educación, nuestra supervivencia o sea la esencialidad de la paz. ¡Yacen allí nuestras pobres almas!
Están el follaje de nuestras comunicaciones, la imagen y el sonido que llenan la intimidad de nuestros hogares para afirmar el derecho a la información y ennoblecer la calidad de la existencia: convertir el espacio en otra dimensión bélica sobre la frágil e inerme cabeza de las libélulas del cosmos, es forma diabólica de dominación. Volvamos más bien a lo que pedía el gran austríaco Kreisky:
“... Lo que fueron en otra época las redes de ferrocarriles, de carreteras y de canales, lo son actualmente las redes de telecomunicación, de información, de informatización, de educación, de formación, según las tecnologías más modernas. Los pueblos que quieren desarrollarse, tienen el derecho absoluto de disponer sin demora de estas redes. Estamos ante una revolución en el concepto de recursos humanos. Y debemos evitar el que ya se llama “apartheid electrónico...”.
Igual que los países del área de la órbita geoestacionaria, Colombia es consciente de esa posición de privilegio, frente a la cual no pretendemos convertirnos en excluyentes usufructuarios de un recurso prioritario para las áreas bajo su influencia, necesario a la paz y el desarrollo, ajeno a la explotación con fines destruc-tivos o violatorios de las soberanías nacionales o de la estabilidad ecuménica.
Pese a mi escepticismo sobre las invocaciones retóricas por la paz y a las estructuras del armamentismo disuasivo, caben reflexiones creadoras como las del Club de Roma con su proyecto Forum Humanun. Aprender de la pedagogía de la historia nunca fue fácil: somos benévolos con nosotros mismos para modular polifónicamente nuestras exiguas virtudes, y tan circunspectos y avaros para hablar de nuestros defectos. Volubles y contradictorios, por naturaleza, lo somos más en la ebriedad del poder que en la nostalgia de la derrota: es una de las ventajas comparativas de estar del lado de los débiles.
Helmuth Schmidt, ciudadano del mundo, navegó hace poco por la procela de la crisis y concluyó que los menos desarrollados hemos llevado la peor parte en la recesión: los nuevos y justos precios del petróleo fueron pagados “sólo en pequeña parte” por los países industrializados; el gran peso recayó en nuestros términos de intercambio los cuales saltaron hechos añicos. Esto fue lo que recordó hace pocos días el eximio Jorge Illueca, Presidente de esta honorable Asamblea; y lo que proclamó aquí el joven y brillante Osvaldo Hurtado, Presidente del Ecuador. Con humor negro alguien anotó que a los pobres nos dejaron administrando una miseria con aire acondicionado.
Ningún equilibrio perdura montado sólo sobre la capacidad destructiva de las superpotencias, ni menos sobre reparto de órbitas en que las áreas subordinadas reman como galeotes hacia los centros de poder. La dimensión bipolar Este-Oeste y su dicotomía vertical entre ricos del Norte y pobres del Sur, no responde a una realidad justa. ¡Y no nos vamos a resignar a ella como los esclavos a la noria!
Las del Sur mantenemos nuestro compromiso con los valores de occidente, el sentido vivencial de nuestra militancia por la paz, sin que haya en este empeño desviaciones ideologistas. El secretario de Estado George Shultz, hombre de prestancia intelectual, ha sugerido que la refinanciación de los países en desarrollo, igual que sus déficit de comercio exterior y los precios de sus productos de exportación, deberían suscitar más inquietud que la subversión comunista o que otras fuentes de tradicional preocupación. Yo agregaría el ciego egoísmo proteccionista.
Es visible que la tentación proteccionista, una de las expresiones más injustas de discriminación, se levanta en obstáculo frente a un tercer mundo deudor de seiscientos mil millones de dólares, cuya refinanciación debe ser prioritaria como alternativa frente a la insolvencia de los deudores y como catalizador del dinanismo en los acreedores: pese a sus carencias el Tercer Mundo condiciona parte del aparato productivo de los países indus-triales.
Alguien ha cubierto de sospecha como Eduard Heath, ex primer ministro británico, presenta estos hechos escuetos:
Uno de cada 20 empleos industriales de los Estados Unidos depende de exportaciones a países en desarrollo; de allí proviene el 25% de las manufacturas importadas a un precio 16% por debajo de los países industrializados; y provienen dos tercios de los ingresos por servicios en la balanza estadounidense; el 60% de la deuda externa de los países en desarrollo no exportadores de petróleo, está a favor de entidades financieras de los Estados Unidos, en donde se cancelaron el año pasado 300 mil empleos a causa de la recesión en las áreas periféricas.
Este condicionamiento recíproco muestra la urgencia de la reactivación de la economía mundial en su conjunto, y la reasignación de recursos financieros a través de conversión de una parte de la deuda de tales países en inversiones en el espectro social, como se ha programado para la conferencia económica latinoamericana de enero de 1984 en Quito.
Señores Embajadores:
Mi voz es la del hombre común, beneficiario o víctima de aciertos o despropósitos políticos: a pocas horas de esta sede se agita un continente exiliado de los medios de comunicación, proscrito de la atención de los poderosos y ahora epicentro de situaciones que nos convierten a todos de una u otra manera en actores de su drama.
Los problemas de Centroamérica y el Caribe no surgieron de súbito, como si hasta ayer la colmaran sólo cumbias y sones de su bienandanza. La región ha vivido desde su independencia un arduo itinerario hacia formas de democracia real, en que el desarrollo navega a la zaga de las jactancias colonialistas. Pero hay potencialidades en el alma de su gente, en el despertar de nuestros niños famélicos. Sólo que su creatividad la interrumpen interferencias exógenas a sus anhelos.
Centroamérica es ejemplo de problemas de estructura, cuya solución corresponde a sus gentes y solamente a ellas, en el marco soberano de su autenticidad y de sus instituciones. Ese es el sentido de la acción del Grupo de Contadora para llenar un espacio vacío de aproximación a la paz regional, basados en la unidad de objetivos de México, Venezuela, Panamá y Colombia; y en el apoyo expreso de todos los países centroamericanos, para trabajar por un horizonte abierto en que cada país decida su destino.
Violencia, tensiones, incidentes, atraso, injusticia son reveladores de una crisis que ha olvidado la convivencia y la autodeterminación, en la que intervienen con descaro las superpotencias en campos en donde los campesinos abandonan sus siembras para empuñar armas foráneas y cavar sepulturas propias.
Es un esfuerzo conjunto que el mundo conoce como la filosofía de Contadora, los Jefes de Estado con la cooperación de cancilleres y asesores, hicimos el diagnóstico, clamamos por entendimiento entre las partes, buscamos diálogos, acuerdos y fórmulas de compromiso; y tocamos a las puertas de los poderosos en busca de la paz.
En esa dirección, el 17 de julio con los Presidentes de México, Panamá y Venezuela, suscribimos la “Declaración de Cancún”, con sugerencias concretas en que reiteramos nuestra búsqueda de la paz, las instituciones democráticas, el respeto a los derechos humanos y la justicia social. Igualmente nos dirigimos a los Jefes de Estado, cuyo respaldo deseo agradecer, al igual que las voces de aliento del Papa Juan Pablo II y de numerosos miembros de la comunidad mundial. Contadora ha entendido que su misión de heraldo de paz en Centroamérica se identifica con los objetivos de Naciones Unidas; y en el contexto de la Resolución de abril de 1983 del Consejo de Seguridad, facilita el encargo conferido al Secretario General, brindando informes sobre el proceso de pacificación.
América, Asia y Africa muestran conflictos similares: en los tres continentes la intervención foránea indebida amenaza la paz, fomenta odios, enriquece a los vendedores de armas y genera violencia. No obstante las peculiaridades de cada caso, los conflictos homologan como causa determinante o concomitante, la intervención extranjera.
Por ello el Jefe de Estado de un país pequeño que no es potencia económica, ni militar, ni política pero sí potencia moral; que en lo doméstico busca la paz, el desarrollo y el cambio con equidad, siente la obligación ética de afirmar que es urgente y necesario que tropas y asesores militares extranjeros salgan de Nicaragua, Salvador, Honduras; del Líbano, Afganistán, Kampuchea y Namibia; de Mozambique, Angola y Tchad, y de dondequiera que quebranten la autodeterminación de los pueblos.
En América Central, en el próximo y mediano oriente, en el sudeste asiático y en todos los puntos de la tierra donde los hombres destrozan a los hombres, mi país anhela que el diálogo sustituya la voz de los cañones y que de allí salgan los sembradores de la muerte: ¡son sembradores de muerte las tropas voluntarias o mercenarias y grandes empresas estatales o privadas, que desde los países productores de armas sofistican sus diabólicos inventos y fundamentan su poder en esa capacidad destructora!
Señor Presidente, señores Embajadores:
Quien tiene hoy la honra de dirigirse a esta Asamblea es el segundo de 22 hijos de una familia campesina semianalfabeta de Colombia. No soy un tecnócrata, lo digo con nostalgia, sino un viejo profesor universitario que le vio de cerca la cara al hambre, que durmió en parques e hizo toda clase de oficios por sobrevivir. Soy, pues, hijo del subdesarrollo y sobreviviente de esa grave enfermedad que es el atraso. Conozco por personal experiencia alegrías y tristezas de esa rama de la estirpe humana, la más extensa, la más sufrida y tal vez universalmente la más sabia. Con esa sabiduría he hablado ante este estremecedor auditorio, sin signos mesiánicos ni otra pretensión que haber llegado a presidente de mi patria por el voto libre de mi gente humilde, cuyo lenguaje claro, rotundo, franco, les he hablado.
Mirando hacia atrás para buscar la forma de llegar a su comprensión, recordé cómo era el mundo claroscuro de mis mocedades. ¡Cuántos cambios en una generación! Mientras los horizontes se encogían, se ampliaba la expectativa de vida: éramos dos mil millones, hoy somos cuatro mil, en el año 2000 seremos seis mil millones.
Como ahora, vivíamos entonces al estruendo de los huracanes con que las potencias azotaban el mundo. Hoy hemos conformado esta organización donde en pie de igualdad, las naciones que antes carecían de voz, expresan libremente su opinión soberana.
A pesar del espectro omnipresente de la guerra, de esa insidiosa máscara de la barbarie que es el terrorismo, a pesar del imperio demencial de una razón de estado que lleva a derribar aviones sacrificando inocentes, y a distinguir con evidente insensatez, entre amigos “autoritarios” y enemigos “totalitarios”, como si en todos los casos no hubiera vidas humanas de por medio, algo muy noble ha surgido en medio de vuestros debates: el diálogo entre contrarios, no ya sólo teórico sino práctico, el diálogo entre iguales en la comunidad internacional.
Disculpen esta reiteración de mi credo rural, pero creo en el triunfo de la libertad frente a la fatalidad; creo que la rebelión contra la injusticia es motor de la historia; y creo que la justicia entre los pueblos prevalecerá.
Para el visionario africano Albert Tévoédjré la pobreza de los pueblos se convierte en riqueza mediante un contrato de solidaridad por el cual los espíritus sientan la espuela de la superación. Un hombre de este siglo, discutible y discutido, de cuya lucidez y honestidad intelectual ni sus más vehementes contradictores osaron dudar, Bertrand Russell, dijo estas palabras aterradoramente optimistas:
“Ni la miseria, ni la locura forman parte de la inevitable herencia del hombre. Estoy convencido de que la inteligencia, la paciencia y la persuasión podrán liberar a la especie humana de las tormentas que se ha impuesto, con tal de que antes no se extermine a sí misma...”.
Obtengan ustedes que las estirpes condenadas a cien años de soledad, parafraseando a mi compatriota Gabriel García Márquez, tengan una segunda oportunidad sobre la tierra.
¡Trabajemos juntos por una sola raza, la humana: un solo lenguaje, la paz; un solo propósito, el progreso!”.
LA FLOR DEL TRABAJO MARIA CANO
Conocida como la Flor del Trabajo, ésta mujer nacida en Medellín fue la primera en Suramérica que usó la palabra ante las multitudes.
Proveniente de una familia de humanistas, educadores, periodistas y artistas, se vinculó al movimiento literario a principios de los años 20.
En 1925 inició su activismo político en las minas de Segovia y Remedios y a partir de ahí recorrió prácticamente todo el país defendiendo los derechos de la clase trabajadora y las mujeres.
Con su oratoria María Cano atrajo multitudes, y conmovió a las masas como nunca antes una mujer lo hizo en Colombia. Murió en Medellín sin dinero, soltera y sin hijos a la edad de 80 años.
Porque Antioquia la seguimos construyendo entre todos y todas.
LAS LUCHAS SINDICALES EN COLOMBIA
Las primeras expresiones de organizaciones de trabajadores surgieron a mediados del siglo XIX con las Sociedades Democráticas, luego siguieron los obreros de las minas de oro, de sal y de carbón, los trabajadores portuarios y de la navegación fluvial, los jornaleros agrícolas del tabaco, del banano y del café.
Los trabajadores de los ferrocarriles, de las obras públicas, del tranvía en Bogotá y también del canal de panamá arrebatado por la podredumbre de la política y del gobierno de turno a favor del doloso imperio de los sajones del norte de América.
Bogotá, Cartagena, Barranquilla, Girardot, Segovia, Sinú, Melgar, Icononzo, Carmen de Apicalá, Cunday, Bello, Bucaramanga entre otros, fueron localidades huéspedes de las protestas.
Y merece resaltarse la huelga de un año de los trabajadores del río Magdalena.
Y están allí en la memoria y en la transmisión oral de las generaciones obreras como símbolos de compromiso irrenunciable por la justicia, la libertad y el bienestar, los mártires de las masacres de las bananeras, de cementos El Cairo y los muertos del paro cívico nacional de 1977.
Son también muchos los mártires aborígenes, campesinos, obreros, empleados, intelectuales, estudiantes, jóvenes, mujeres e incluso jubilados que han sido víctimas de las balas asesinas de quienes actuaron agazapados en las sombras de la noche y con la complicidad en algunos casos de miembros del establecimiento oficial; se ha querido silenciar selectivamente a los líderes de organizaciones sociales, a voces indomables que claman por las mayorías desposeídas.
Ahí también están las tumbas, los recuerdos y las enseñanzas de muchos cegetedistas a quienes más adelante rendiremos, un homenaje póstumo.
Surge promediando los años cincuenta el Proyecto Histórico de Nueva Sociedad, que sigue latente en la dimensión Social, Económica, Política, Cultural y Ecológica del Movimiento de los Trabajadores, representado en la Confederación Mundial del Trabajo, CMT, en la Central Latinoamericana de Trabajadores, CLAT, y en la Confederación General del Trabajo, CGT y sus organizaciones afiliadas.
Personajes destacados por sus acciones libertarias
El Movimiento Obrero Colombiano recibió una herencia de valentía, fuerza y lealtad en la lucha por la justicia que llevó incluso hasta la entrega de la vida misma.
Después de los Españoles, la patria boba que no termina y que ha ahogado las voces de movimientos y líderes que siguen clamando justicia social, equidad económica y participación política. La aparición de los partidos y sus guerras intestinas comprometieron durante este periodo la dirección de las luchas.
Con la aparición del primer sindicato en Sonsón, se abre paso en Colombia la organización de los artesanos como embrión de Movimiento Obrero; pero es la influencia de la Revolución Bolchevique, la masificación del trabajo en las haciendas y la aparición de las industrias, lo que genera las dimensiones de clase entre explotadores y explotados y la extensión del Sindicalismo como forma de expresión de los Obreros agrícolas y fabriles.
Allí entonces emerge una mujer valiente, intelectual, militante, con visión política. Su cuna culta y no confesional, la llevaron por el camino de la literatura libertaria, la acercó a los obreros y sus luchas, quienes la proclamaron La Flor del Trabajo. María de los Ángeles Cano dejó entre otras la siguiente proclama: "!Compañeros en pie, listos a defendernos. Un momento de vacilación, de indolencia, dará cabida a una opresión más, a nuevos yugos. Valientes soldados de la revolución social, en marcha!".
Después, la multiplicación de las luchas y con ellas muchos liderazgos obreros locales, no perfiló durante largo lapso figuras nacionales.
A pesar de que en 1936 y en 1945 surgieron la Confederación de Trabajadores de Colombia, CTC y la Unión de Trabajadores de Colombia, UTC, respectivamente, comprometidas en su accionar con la orientación y dirección de caudillos de los partidos, que provocaron su intermitencia en su movilidad confederal. A partir del Frente Nacional las centrales obreras hicieron su reaparición. Antes, Rojas Pinilla impulsó pero fracasó en su intento de tener un organismo nacional, el cual fue de corta vida.
En los años 60, producto de la influencia de la revolución cubana, se multiplicó la lucha por la tierra, las huelgas fabriles y de paso también el surgimiento de la guerrilla, que de alguna manera influyó en el fervor social de la época.
Aunque no hubo líderes sindicales destacados, la presencia beligerante de algunos sectores y organizaciones sí fue contundente, consecuente con el crecimiento del número de trabajadores sindicalizados y el surgimiento de un gran número de sindicatos.
Las organizaciones del estado, los trabajadores de los ingenios azucareros, los trabajadores de la industria manufacturera, fueron motor de muchas acciones. Es de destacar el auge de las huelgas en la década –más de 600- tanto como parálisis de la producción en la agudización de conflictos laborales de negociación de petitorios de los trabajadores, como las huelgas de solidaridad de profundo sentido de clase trabajadora.
El deterioro interno de la UTC y la CTC, ligado al desarrollo de las ideas de izquierda y a la aparición de múltiples expresiones políticas, incidió en la acción de los sindicatos y precipitó el nacimiento de nuevas vertientes como la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia, CSTC, y Acción Sindical Colombiana, ASICOL ( que posteriormente daría vida a la Confederación General del Trabajo, CGT) y el llamado "sindicalismo independiente" que no lo era tanto, como sí marginado de la articulación confederal.
Merece destacarse en esta época por su cercanía con los sindicatos, por su mensaje, su presencia y su liderazgo en la movilidad de las organizaciones sociales y sus dirigentes, a sectores progresistas de la Iglesia. Entre los líderes más destacados se encuentra el sacerdote Camilo Torres, fundador del Frente Unido del Pueblo, signo determinante del compromiso cristiano con los pobres y por la justicia social...
En los años 70, por las circunstancias que rodearon la actividad sindical y con diferente justificación, tuvieron su aureola muchos dirigentes sociales. José Raquel Mercado por su ajusticiamiento por la guerrilla, Tulio Cuevas por su dualidad como sindicalista y político, Víctor Baena López por su beligerancia y su sello indeleble en el nacimiento y consolidación de la CGT, Pastor Pérez en su presidencia de la CSTC, Carlos Ancízar Rico Álvarez, caracterizado e incansable líder de las luchas campesinas.
Los años 80, pese al reflujo interno ( particularmente en el primer quinquenio) fueron de una renovada movilidad sindical contra la intromisión de las políticas flexibilizadoras neoliberales, pero de nuevo decayeron los liderazgos personalizados, no así, de las organizaciones en todos los niveles.
En los años 90, la lucha frontal contra el neoliberalismo continuó y se vio enriquecida por la permanente Unidad de Acción del Movimiento Sindical y la participación consecuente de líderes como Luis Eduardo Garzón en la Central Unitaria de Trabajadores, CUT, Apécides Alvis, presidente de la CTC, Hernando Hernández, en la Unión Sindical Obrera, USO, en el sector petrolero, Rafael Baldovino y Eberto López, en Sittelecom y la prominente figura de Julio Roberto Gómez Esguerra, desde la Confederación General del Trabajo, CGT.
Forjadores del Movimiento
La memoria nos engaña muchas veces y dejamos en el olvido a personas que tuvieron una vida intensa en el movimiento, que aportaron de diferentes formas al accionar y al crecimiento institucional.
Hoy, queremos rendir un sentido homenaje a los hombres y mujeres que en diferentes estadios y momentos hicieron sentir su voz, su presencia, sus ideas; que padecieron rabias, tristezas y alegrías; que perdieron la preocupación por el tiempo cuando a cumplir misiones fueron convocados; que fueron implacables cerrando filas ante los contradictores o divisionistas; que sacrificaron la tranquilidad de sus hogares por estar cumpliendo tareas del movimiento. Por todos ellos, los ausentes y también por los presentes que continúan el legado histórico, rendimos nuestro tributo de admiración, de respeto, de inspiración y de reconocimiento.
A. Los Ausentes de este mundo.
Rendimos homenaje primero, a todos los compañeros – hombres y mujeres - que desde la base, acompañando militantemente las acciones, realizaron y realizan tareas de apoyo sin las cuales no se podrían concretar los grandes propósitos. Infortunadamente por el complejo de figuración de los dirigentes, nos olvidamos de destacar la labor de quienes no buscan darse pantalla.
Estos compañeros que llegan cumplen y se van; que llegan cumplen y ven que otros se van; que cumplen hasta que los jubilamos o el Creado los jubila para ésta vida.
Aquí surgen campesinos y obreros de muchas veredas y municipios de Colombia, de muchas fábricas y ciudades, fieles a las organizaciones, pregoneros incansables de nuestras políticas y estrategias, actores disciplinados a la hora de la reclamación.
Y con ellos, los de responsabilidades de Dirección, Administración y Logística que supieron irrigar ideas, asesorar conflictos, multiplicar la militancia y extender la organización.
Miguel Molano, Antonio Arias, Ernesto Molano, Jesús Galindo, Isidoro Leyton, Oscar Marino López, Ananías Hernández, Joaquín Pinzón, Efraín Martínez, Arcadio Sosa, ...QUE EN PAZ DESCANSAN!!!.
B. Los que se fueron del Movimiento pero no de este mundo.
Lastimosamente muchos se van por diferentes motivos: porque quieren construir ó reconstruir su mundo familiar, porque se fueron en busca de proyectos de vida, porque se quedaron sin empleo y migraron a otras latitudes, porque se cansaron de estar en permanente zozobra o porque también "se Pensionaron" de la lucha. Aún habiendo partido dejaron una huella que hace que no se les olvide tan fácilmente. Heliodoro Agudelo, Víctor Baena, Alfonso Sanabria, Miguel Thomas, Arturo Fúquene, Alfonso Calderón, Guillermo Durán, Oscar Martínez, Hernán Longas, Roger Rivera... Pedimos disculpas por los que no alcanzamos a transcribir.
C. Los que vienen y se mantienen
A pesar de las vicisitudes del camino.- Resaltamos aquí a quienes como se dice popularmente "los años y la edad les pasan por encima" sin que se afecten en su estabilidad emocional, su mística, su constancia en las tareas, en su permanente lucha por un mundo mejor.
Miguel Carrillo, Alejandro Bernal, Carlos Ancízar Rico, Francisco Verano, Jorge Vásquez, Efrén Delgado, Armando de Oro, Hernando Ruiz, Julio Roberto Gómez, como parte del equipo de Antecesores y que vinculó en las dos últimas décadas a la nueva generación de dirigentes Cgtistas donde sobresalen Cérvulo Bautista, Jorge Espinosa, Miryam Luz Triana, Alberto Guzmán, Rafael Baldovino, Percy Oyola, Carlos Bedoya, Nelson Caballero...
miércoles, 21 de mayo de 2008
PABLO ESCOBAR
Nacido el 1 de diciembre de 1949 en la comunidad campesina conocida como El Tablazo, cercana al departamento de Antioquia. Cursó estudios de bachillerato en una escuela de Medellín donde distintas versiones indican que se unió a una banda que se dedicaba a robar lápidas de los cementerios para luego venderlas. De ahí pasó al robo de autos y muy pronto se vio involucrado en el tráfico de marihuana.
En 1982 Pablo Escobar Gaviria asistió a la posesión de Felipe González como presidente del gobierno español. Escobar, parlamentario colombiano en aquel entonces, fue invitado por el Partido Socialista Obrero Español a la ceremonia antes descrita, en otro de los hechos que corroboran su título como el capo de la mafia que mayor trascendencia política, social, económica, judicial, cultural y hasta deportiva tuvo en el siglo XX.
Acusado del magnicidio de Luis Carlos Galán Sarmiento, jefe del nuevo liberalismo, Pablo Escobar pareciera ser en ese instante de nuestra historia el culpable de todas las desgracias en Colombia.
En diciembre del mismo año un autobús-bomba estalla frente al edificio del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), sede de la policía secreta, que causó 70 muertes y 500 heridos. Estos tenebrosos atentados y muchos otros mas tendrían entonces una huella inconfundible a juicio de las autoridades colombianas: Pablo Escobar Gaviria. Consecuentemente es declarado entonces el enemigo publico numero 1 de la nación.
Después de prácticamente acorralar al país y arrinconar al gobierno entonces presidido por Cesar Gaviria Trujillo, Pablo Escobar se entrega a la justicia en junio de 1991, con la condición de no ser extraditado a los Estados Unidos. El mismo provee su propia cárcel llamada "La Catedral", la cual mas que un sitio de detención es catalogada como un hotel cinco estrellas. Trece meses mas tarde al ser Pablo Escobar notificado por el propio gobierno que será trasladado de prisión emprende su fuga el 22 de julio de 1992, convirtiéndose en el suceso internacional más bochornoso que Colombia pueda recordar.
El gobierno arrinconado y desesperado crea entonces un cuerpo de élite conformado por 200 efectivos de la Policía y el Ejército colombianos, apoyados estrechamente por todos los cuerpos estatales de seguridad de los Estados Unidos.
Colombia en medio de su frustración no tarda en percibir que la tarea de capturar al Capo iba para largo. País de contrastes no ve alternativa diferente a tomar dicha cacería con un timido humor nervioso. Las columnas en los diarios, los caricaturistas y hasta los programas humorísticos sacan partido de cada nuevo intento fallido del Bloque de Búsqueda.
"A Pablo le quitamos las fortalezas. Se desvertebró la red de taxistas y de bíper que lo protegía. Se empezó a diezmar la estructura que él llamaba militar, pero que era una estructura de delincuentes y sicarios", dice el general Jorge Daniel Castro Castro, quien comandó el cuerpo Élite que debía lograr la captura o la muerte de Escobar.
Las autoridades impidieron además la salida de sus hijos hacia el exterior, aunque contaban con visas legales expedidas por la embajada estadounidense. La estrategia de acosarlo y agotarlo fue para la policía el medio para aniquilarlo.
Sus perseguidores localizaron el lugar de origen de las llamadas y encontraron en la vivienda prácticamente indefenso al otrora jefe de un ejército de pistoleros que obedecían ciegamente sus órdenes.
Aquel 2 de diciembre de 1993 será recordado por el mundo como el día en que murió el gran capo. Tras su muerte, considerada por Estados Unidos como un éxito, muchos respiraron con más paz, pues sabían que Colombia jamás podría permitir que otro hombre adquiriera el poder y manejara la perversidad que manejó Pablo, quien no parecía distinguir entre el bien y el mal, como lo dijo un escritor.
El júbilo también llegó hasta Washington, que a través de la embajada de Estados Unidos en Bogotá calificó la muerte de Escobar como un "éxito".
También quedó el mito. Algunos habitantes de los sectores nororientales de Medellín afirman que el Patrón aún se pasea por las calles, como un ciudadano común, un nuevo narco de bajo perfil.
Sobre las tejas de barro rojo abrasadas por el sol primaveral que la tarde del jueves 2 de diciembre de 1993 brillaba sobre Medellín (noroeste) quedó tendido el cuerpo inerte de un ciudadano colombiano llamado Pablo Escobar Gaviria ('el patrón', 'el rey', 'el benefactor', 'el capo', 'el criminal', 'el mito', ) pero mas que eso, quedó tendido un testimonio de lo que una nación puede llegar a experimentar cuando el poder del narcotrafico ciega la conciencia de los hombres.
Al momento de su muerte, la revista Semana de Bogotá describía así la huella que marcaba en la historia de Colombia:
"No dejó gobernar a tres presidentes. Transformó el lenguaje, la cultura, la fisonomía y la economía de Medellín y del país. Antes de Pablo Escobar los colombianos desconocían la palabra sicario. Antes de Pablo Escobar Medellín era considerada un paraíso. Antes de Pablo Escobar, el mundo conocía a Colombia como la Tierra del Café. Y antes de Pablo Escobar, nadie pensaba que en Colombia pudiera explotar una bomba en un supermercado o en un avión en vuelo. Por cuenta de Pablo Escobar hay carros blindados en Colombia y las necesidades de seguridad modificaron la arquitectura. Por cuenta de él se cambió el sistema judicial, se replanteó la política penitenciaria y hasta el diseño de las prisiones, y se transformaron las Fuerzas Armadas. Pablo Escobar descubrió, más que ningún antecesor, que la muerte puede ser el mayor instrumento de poder."